Peregrinando

Peregrino: Dicho de una persona: Que anda por tierras extrañas.

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jueves, septiembre 20, 2007

La selva fascinante

El valle de Limpopo, en Botswana, pide ser recorrido a caballo. La amplitud del paisaje es la que da al jinete esa enorme sensación de libertad. Gigantescas sabanas, lechos de ríos secos y praderas pedregosas cautivan al visitante. ¿Qué hacer después de este viaje? Busquen alternativas: es difícil de igualar.

Hay solamente un problema con el safari a caballo en el valle de Limpopo en Botswana. ¿Qué se puede hacer después? ¿De qué manera se podría igualar (y ni hablar de sobrepasar) la sensación de libertad que se experimenta galopando con las manadas de ñus, impalas y jirafas por las inmensas praderas de la sabana del sur de África? "Esto es verdaderamente una cabalgata", dice el guía Steven Rufus. Y solamente podemos estar de acuerdo con él. Esto es cabalgar en el más puro sentido de la palabra. ECUESTRE estuvo allí con ocho lectores cabalgando por la selva africana. Una experiencia impresionante. Viajamos exactamente 24 horas, cuando, un poco atontados por el extremo calor, descendimos del Land Rover y con muchísimo gusto aceptamos un zumo de frutas que pareció salir de la nada. El largo viaje nocturno hacia Johannesburgo, el vuelo de transferencia de una hora en un pequeño avión hasta Botswana y una hora completa en jeep se hacen sentir. Sin embargo, el sitio donde llegamos, el campamento Tent Camp del Parque Nacional Mashatu Game, en Botswana oriental, hace olvidar todos estos inconvenientes. Este es el África que, hasta ahora, solamente conocía de las películas. Inmensas sabanas que se extienden hasta el horizonte, con unos cuantos antiquísimos e imponentes árboles de mashatu, que le dan el nombre a este parque nacional, el que forma parte del "Northern Tuli Game Reserve". Se trata de un parque de animales salvajes, en la confluencia de los ríos Shashe y Limpopo, en el extremo más oriental de Botswana. Una parte preciosa de África enclavada entre Zimbabwe y Sudáfrica.

Al contrario que el delta del Okavango situado en la parte norte, esta parte de Botswana todavía está relativamente virgen. El parque de animales salvajes aún no se encuentra en la ruta de las grandes agencias de viaje. Hay turistas, pero todavía sigue siendo a pequeña escala y agradable. Tiene enormes atractivos, como lo muestra su apodo "Tierra de gigantes", haciendo referencia a los siete gigantes que alberga (el elefante, el león, la jirafa, el ante, el avestruz, el "kori bustard" y el precioso árbol del baobab).

Amplitud y libertad
El terreno, una mezcla de enormes sabanas, lechos de ríos secos y praderas pedregosas, pide que se le reconozca a caballo. Es especialmente la amplitud del paisaje la que le da al jinete una enorme sensación de libertad. Aquí los caballos no van uno detrás del otro. Simplemente porque no hay senderos. Y además, porque un grupo de jinetes casi se iguala a las manadas de kudus e impalas que se encuentran en el parque. Un grupo de animales que, si bien es cierto, cada uno sigue su propia ruta, en verdad forman una unidad.

Tent Camp, al norte del parque nacional, es el campamento base de Limpopo Valley Horse Safaris. En las confortables tiendas de lujo, con verdaderas camas, mobiliario y sanitarios de tipo colonial, vamos a pasar la primera y la última noche del safari. Es un lugar muy agradable, aunque al comienzo hay que acostumbrarse. Cuesta creer que aquí puede aparecer un león o un leopardo en cualquier momento. Aún así, están las huellas en las polvorientas arenas de los senderos entre las carpas. Por la noche no hay que salir solo.

Al día siguiente dejamos rápidamente atrás el lujo del Tent Camp. A partir de entonces, dormiríamos en campamentos del safari, con amplias tiendas tipo iglú, una fogata permanentemente encendida, en la que siempre había una tetera de café, y en la que Joyce, la cocinera, preparaba las delicias más impresionantes. Créanlo o no, cada día gozábamos de duchas con agua caliente y vino blanco frío. Las condiciones de vida son básicas, aunque perfectas para vivir al ritmo de la selva: levantarse con los primeros rayos de sol, a las seis y media, montados en el caballo para llegar seis horas después, y desmontar en el siguiente campamento. A la mayoría de nosotros, nos costó acostumbrarnos a levantarnos temprano, aunque rápidamente todos estuvimos convencidos de las ventajas que esto representaba. No solamente evitábamos el calor abrasador de octubre, sino que además nos encontrábamos en camino cuando los animales (la razón de nuestro viaje) avanzaban a través de la sabana, o cuando se juntaban en los abrevaderos.

Los animales son impresionantes. Incluso para el guía Steven Rufus, de 37 años, que está acostumbrado a estar casi diariamente entre ñus, jirafas y cebras, que señala: "la selva sigue siendo fascinante". Esto lo notamos ya desde el primer día. Es muy excitante encontrarse frente a frente con una manada de ñus, impalas o kudus. Si avistamos una jirafa, tenemos nuestra mañana salvada. Es extraño encontrarse repentinamente en su hábitat natural con los animales que uno conoce solamente del zoológico.

Como si supieran que es nuestro primer día, y que la tensión debe ir aumentando paulatinamente, no vemos ningún elefante. En el grupo se nota una ligera decepción, puesto que el elefante es el rey indiscutible del Parque Nacional de Mashatu, en donde habitan unos 1.200 ejemplares. Cuando nos atrevimos a preguntar, un tanto preocupados, si íbamos a ver ellies (el diminutivo de elefantes), Steven no pudo reprimir la risa y añadió... esperen un poco. Elefantes
Efectivamente, no tuvimos que esperar mucho tiempo. Al segundo día estaban delante de nosotros. Entre sesenta y setenta animales, según el cálculo de Steven, pastando tranquilamente en la pradera con pastos muy altos. Los paquidermos no nos han visto. Tenemos el viento a favor. Podemos acercarnos bastante a la manada sin que los animales nos huelan o escuchen. Podemos observar como algunos jóvenes ejemplares pelean con el líder del grupo, en un intento por exigir el liderazgo. Steven dice: "son demasiado jóvenes. Recién cerca de sus treinta años los machos pueden exigir un sitio en el grupo. Este macho tiene recién veinte años". El guía sabe lo que dice. El joven animal hace un intento de pelear con el macho más viejo, pero rápidamente se da cuenta que no tiene ninguna posibilidad. Tranquilamente se deja alejar de la manada y permanece a una distancia prudente. Observamos este espectáculo como testigos preferenciales.

El enfrentamiento con los elefantes nos aclara rápidamente por qué Steven siempre habla del "mejor cuatro por cuatro" cuando se refiere a los caballos. Los cuadrúpedos te llevan más cerca de la naturaleza, que el mejor y más moderno de los jeeps o Landrover podría hacerlo. Los caballos pueden pasar tranquilamente a través de los senderos, a veces muy tupidos, de la selva. Incluso en la maniobrabilidad y velocidad tienen una enorme ventaja con respecto a sus contrincantes motorizados.

Sin embargo, no es peligroso. Su enorme experiencia (este año, 120 días en la selva) hacen de Steven el guía perfecto, que sabe cómo debe resolver las potenciales situaciones de peligro. Jamás tuvo que utilizar el fusil que siempre lleva consigo, excepto para un disparo de advertencia. Aunque a veces le gusta jugar con el riesgo. Steven está en su elemento cuando se encuentra frente a frente con un elefante. Desafía a los animales sin poner en peligro al grupo, a los elefantes o a sí mismo. Jamás olvidaremos cuando al cruzar el cauce seco del río Limpopo, de repente nos encontramos con un grupo de elefantes hembras. Steven nos ordenó detenernos. Él mismo se acercó bastante a los elefantes, que estaban un poco inquietos por nuestra presencia y comenzaron a salir del cauce. Esto no le hizo ninguna gracia a uno de los elefantes que, arriba, en la orilla del cauce seco, comenzó a emitir trompetazos amenazantes, a batir las orejas y a mostrar los colmillos. Steven gozaba claramente del espectáculo. Les seguía el juego, bailaba su danza y dialogaba con el gigante de la selva. Además, los elefantes son la razón principal por la cual dejó su trabajo en el delta del Okavango, más al norte, para venir a instalarse en Mashatu. En Okavango, estos encuentros con elefantes son más bien raros. En Mashatu, los encuentra cada día. "Me gustan los elefantes, dice Steven, son animales fascinantes que siempre me sorprenden. Todavía tienen muchos secretos. Quizás esa sea la razón por la que fascinan a los hombres". Nadie pone en duda las palabras de nuestro guía. No importa lo impresionante que sean los otros animales de este parque, el elefante bate todos los récords. Su porte enorme, a la par que elegante, su paso rápido, su conmovedor lenguaje corporal... son los puntos culminantes de este viaje. El encuentro más hermoso con los paquidermos, lo tuvimos en el campamento Pete's Pond. Aquí, el campamento está construido alrededor de una cabaña cuadrada para observar animales junto a un charco de agua. Al mediodía del cuarto día, se desarrolló aquí un precioso espectáculo, cuando una manada de unos cien animales se acercó a beber. Sin darse cuenta de nuestra presencia, elefantes grandes y pequeños se apiñaron alrededor del agua. Bebieron, se tiraban agua, cogían hojas de los árboles. Uno de ellos se metió al agua para darse un baño reparador. Es muy difícil encontrar las palabras precisas para describir este espectáculo. Los elefantes están en cualquier parte. El campamento parece estar rodeado de ellos. Se acercan hasta unos diez metros de las tiendas, felizmente sin notar la presencia humana.

Goce para los sentidos Sin embargo, no es solamente la arrolladora fauna lo que hace que este viaje sea inolvidable. La cabalgata en sí, es el goce completo. Para no recargar a los caballos ni asustar a los animales, el ritmo es lento. Aunque a veces, Steven suelta las riendas y se lanza a todo galope. La adrenalina se siente especialmente cuando se galopa junto con otros animales. Es muy difícil describir la sensación de libertad y ligereza que se experimenta al galopar detrás de las manadas de cebras, impalas, jirafas y, una sola vez, detrás de elefantes. Sentirse uno con la naturaleza. Puede que sea algo que se dice muy a menudo, pero así se entiende lo que realmente quieren transmitir. Estos son los galopes más fascinantes que una persona puede experimentar. A Steven también le gustan las sorpresas, y con un poco de sal, a veces deja que sus jinetes puedan gozar con una cabalgata a campo traviesa, en donde un árbol caído hace las veces de accidente natural, o un cauce seco de río sirve perfectamente como pista de carreras. Sin perder jamás de vista el bienestar de los caballos, de sus niños, como cariñosamente les llama. Todos ellos son animales preciosos y contentos, cada uno con su carácter y su propia historia. Aunque todos ellos dispuestos a salir nuevamente cada mañana. Su paso acelerado hacia adelante revela que también ellos gozan de la travesía por la selva.

El reposo Después de mediodía, la labor de los caballos termina. Y mientras ellos gozan de un merecido descanso, los jinetes saborean un delicioso almuerzo y disfrutan de una larga siesta, para salir a caminar por la tarde. Estas caminatas también forman parte de la aventura. Un paseo a Zimbabwe, encuentros con elefantes (peligrosos) cerdos salvajes y monos chillones, y disfrutar de una bella y emocionante puesta de sol en el ancho río Motloutse.

Por la noche llega nuevamente la calma. Cuando nos sentamos a la mesa a deleitarnos con la deliciosa comida que prepara Joyce, la cocinera, en la fogata; cuando solamente nos delata el olor y los suaves resoplidos de la presencia tranquilizadora de trece caballos a nuestro alrededor; cuando escuchamos los sonidos de la selva, que nunca se calla y miramos el impresionante cielo cargado de estrellas en la negra noche, allí nos damos cuenta, aunque no completamente, que estamos viviendo algo impresionantemente hermoso.