Peregrinando

Peregrino: Dicho de una persona: Que anda por tierras extrañas.

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Nombre: Tano
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lunes, mayo 07, 2007

Cuando el progreso sólo trae polvo

Hay en Gulu (Norte de Uganda) un hospital en Lachor, situado a siete kilómetros, que es el único que funciona debidamente en una zona que alberga a algo más de medio millón de personas. Está situado en la carretera que va a Juba (sur de Sudán). No sé cuantas veces he oído en los últimos diez años que en cuanto llegara la paz al Sur del Sudán la gente del Norte de Uganda se iba a beneficiar económicamente y sus vidas cambiarían, etc., etc.

Pensaba en esto hace unos días cuando hacía el trayecto de esos siete kilómetros y me fijaba en que el tráfico ha aumentado considerablemente debido a los muchísimos comerciantes, ONGs, contratistas y organizaciones de todo tipo que desde el año pasado acuden a Juba y otros lugares del sur de Sudán por esa carretera. El aumento de tráfico ha traído dos cosas ciertas para la gente que vive en esa zona: más accidentes de tráfico, con muertos casi todas las semanas, y una polvareda que dura casi las 24 horas del día y que está provocando infecciones de garganta, vías respiratorias, ojos, sin cuento, sobre todo a los niños, que –junto con sus madres- no tienen más remedio que caminar largas distancias todos los días por esa carretera mortal, en la que ni siquiera hay bandas para reducir la velocidad.

Uno de los espectáculos más patéticos que he visto últimamente es el de cientos de niños llevados a lomos de una bicicleta (normalmente dos o tres) todas las mañanas para acudir a la escuela. Casi todos llevan la cara cubierta por un pañuelo para protegerles del polvo. Vano intento. Los profesores se quejan que de un año a esta parte los niños tosen sin parar cuando están en clase. El efecto del polvo que se mete a todas horas por sus frágiles órganos tendrá sin duda consecuencias que durarán muchos años.

Recuerdo muy bien cómo en 1993, poco antes de la visita de Juan Pablo II a Uganda, los administradores del hospital misionero de Lachor propusieron hacer ellos mismos la carretera de asfalto, aduciendo que podían conseguir fondos de sus bienhechores en el extranjero. Los políticos de turno, sin duda picados en su amor propio, bloquearon el proyecto, aduciendo que no era competencia de la Iglesia meterse en obras públicas bajo la responsabilidad del gobierno. Desde entonces, cada vez que hay elecciones todos los candidatos prometen que apenas sean elegidos comenzarán las obras en la carretera, para después olvidarse de esta y otras promesas y dejar a la gente con sus problemas diarios que poco les afectan, a ellos que viajan siempre cómodamente con los mejores coches con aire acondicionado.

El caso de Lachor no es el único. Conozco al menos otros dos hospitales, el de Matany (en Karamoja) y el de Kalongo (en Acholi), los únicos que funcionan en áreas enormes, que cuentan con carreteras de acceso infernales, nunca reparadas, a no ser por el propio hospital, que tiene que emplear sus ya escasos fondos en obras que serían competencias del gobierno.

Lo curioso es que en los últimos años la Unión Europea ha financiado muchas carreteras en el norte de Uganda, pero todas ellas bajo la categoría de “carreteras de seguridad”, lo que en la práctica equivale a vías únicamente utilizadas por el ejército, por zonas donde casi nunca pasa la población civil. Merecería una investigación seria el hecho de cómo fondos de la UE destinados al desarrollo en países pobres terminan siendo utilizados para obras de infraestructura militar sin que nadie se queje lo más mínimo.

Qué pena que cuando tiene lugar alguna empresa económica de una cierta envergadura, al final los pobres sólo se quedan con el polvo.