Henry Morton Stanley
El periodista galés John Rowlands, más conocido por Henry Morton Stanley, ha pasado a la historia como uno de los grandes exploradores de todos los tiempos. Si aparece en esta sección es por haber sido, además, uno de los iniciadores de la expoliación económica a la que, después de él, someterían los estados europeos a gran parte del continente africano.
Aunque no es fácil desentrañar su historia entre la maraña de historias y autobiografías falseadas que el mismo escribió, se sabe que nació el 28 de enero de 1841, en Denbigh, Pais de Gales, a los 17 años, tras salir dos años antes, del internado St. Asaph en el que había sido abandonado por su familia a los 6 años, se embarcó para Estados Unidos, desembarcando en febrero de 1859 en Nueva Orleans. Una vez en América va adoptando diferentes nombres, J. Rolling, John Rollins, introduciendo un nombre intermedio, Morley, Morelake, Moreland y finalmente Morton. Entra a trabajar para un comerciante llamado Henry Stanley y aprovechando que éste muere en 1861, tomará el nombre de Henry Morton Stanley. En 1862 se une al ejército confederado y tras caer prisionero se enrola en el ejército de la Unión. En 1865 comienza a colaborar con algunos periódicos. Viaja por el oeste americano y Turquía y sigue mandando colaboraciones a la prensa hasta que es contratado por el New York Herald, que le manda como enviado especial a cubrir la guerra que en ese momento libran las tropas británicas en Etiopía. En la primavera de 1871, poco después de cumplir los 30 años, le encarga la complicada tarea de encontrar en Africa a un Livingstone del que no se tenían noticias desde hacía meses y a quien encuentra, tras ocho meses de búsqueda, en la pequeña aldea de Ujiji, en el lago Tanganika. Aunque debido a la debilidad de la salud de Livingstone, que morirá meses después, no consigue el objetivo de devolverle a Europa, Stanley vuelve triunfante e instalado en Inglaterra comienza a saborear la fama y el dinero que le reporta el libro y las conferencias que a su regreso da por varios paises europeos.
En 1874, financiado por dos de los más importantes diarios del momento, el New York Herald de Nueva York y el Daily Telegraph de Londres, organiza una nueva expedición acompañado de otros tres occidentales y más de 300 porteadores, esta vez, en busca del nacimiento del Nilo. Llega hasta el rio Lualaba, donde había llegando con Livingstone, y sigue su curso pensando que se encuentra cerca de su objetivo. Pronto comprueba el error, pero decide continuar, pensando que le llevará a la desembocadura del rió Níger o del rio Congo. Tres años más tarde, en agosto de 1877 llegará a Boma, en la desembocadura del rio Congo, en el océano Atlántico, después de haber dejado muertos por el camino a la mayor parte de los miembros de la expedición. Comienza a hacerse público su desprecio por los porteadores, el maltrato a que somete a quien no está de acuerdo con él y la facilidad con que quita la vida a las gentes a quienes teme pueden enfrentársele.
Esta mala fama que le acompaña hace que Inglaterra se niegue a reconocer el valor de sus trabajos, situación que aprovecha el rey Leopoldo II de Bélgica, quien ansía hacerse con alguna colonia, sea donde sea, para proponerle financiarle una nueva expedición con el fin de tomar posesión de cuanta tierra le sea posible, en su nombre, o mejor dicho, en nombre de la Sociedad Internacional del Congo, la sociedad que Leopoldo II utilizaría para ocultar sus lucrativos intereses expansionistas. El 10 de junio de 1878 se embarca nuevamente para el Congo donde permanecerá hasta junio de 1884, iniciando la construcción del ferrocarril que permitiría al rey extraer el máximo de marfil y caucho posible, firmando tratados fraudulentos escritos en un idioma ininteliguble por algunos jefes de pueblos congoleños y dejando tras de sí los primeros miles de muertos de los entre 5 y ocho millones que después acarrearía el rey Leopoldo II.
Años más tarde, en 1887 fue contratado para ayudar a Mehmed Emin Pasha, gobernador de la provincia ecuatorial del Sudán egipcio, que se encontraba rodeado por fuerzas rebeldes. Ayuda que cuando llegó comprobó que ni quería ni necesitaba.
Murió en Londres el 10 de Mayo de 1904
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