Peregrinando

Peregrino: Dicho de una persona: Que anda por tierras extrañas.

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miércoles, mayo 16, 2007

La cara ingrata de la colaboración

En este blog hemos señalado creo que con profusión muchos de los aspectos que nos hacen amar y admirar este continente. Al mismo tiempo, hay que reconocer igualmente algunos aspectos menos agradables de los cuales lógicamente y para ser mínimamente objetivos también hay que hablar.
Si cuando llueve se dice que no lo hace a gusto de todos, esto es también verdad en el mundo del desarrollo o de la cooperación internacional. Ni que decir tiene que muchas iniciativas y proyectos no hay por donde cogerlos, se han ideado en un sitio muy lejano del contexto en el cual va a tener lugar y por tanto se mete la pata hasta el corvejón siempre intentando "hacer el bien", pero ocasionalmente causando una situación peor que la que había en un principio.

No me quiero referir hoy a estos casos, sino más bien a otros que tienen lugar por error humano o por simplemente negligencia. Un amigo me comentaba recientemente un caso que ha sucedido durante una campaña masiva de vacunación contra el sarampión, que es todavía una de las enfermedades más mortíferas que se encuentran por esta región. Resulta que en esa vacunación masiva, en la que participaron miles y miles de niños, se dio el caso de un par de niños que reaccionaron mal a la vacuna y murieron. Médicamente tengo entendido que esto no sucede realmente por la vacuna en sí, sino por situaciones ya previas de debilitamiento general, o por que los niños ya estuvieran afectados por otras enfermedades tan mortales como la malaria y por tanto murieran como consecuencia de estas enfermedades más que de la vacuna del sarampión.

Lógicamente, todo este razonamiento se puede hacer dentro de un contexto que sea capaz de entender estos aspectos médicos. Para la gente más llana, obviamente, quien ha matado al niño ha sido la vacuna (o el vacunador, si nos ponemos a personalizar la cosa) y por tanto se organizan “quemas de brujas” locales, se busca al “criminal” y se mueve Roma con Santiago para que el juez dicte sentencia ya sea contra la persona que llevó a cabo la vacunación como contra la agencia humanitaria que la organizó. Este amigo mío, director de una de estas agencias, tiene ya contra él una orden de arresto por esta misma causa ya que la misma familia no está dispuesta a creer que el niño posiblemente murió por condiciones ajenas a la vacunación. En algunas partes de África la búsqueda del chivo expiatorio es un deporte casi nacional, y destruye no sólo loables iniciativas de desarrollo sino también lazos familiares y sociales. Parece como si la enfermedad nunca apareciera espontáneamente, y por tanto hay que buscar “quién la envió” y a veces no se para hasta encontrarlo.

Otro caso muy claro fue el de una monjita que, desafortunadamente, tuvo un error fatal al equivocarse en la medicina de la ampolla que iba a inyectar a un niño y éste murió. Lo que sucedió después fue un verdadero calvario; acabó en la cárcel, fue juzgada y al final su pena le fue conmutada por una expulsión del país; parecía como si parte de la población hubiera olvidado los muchos años que había pasado ahí, al pie del cañón, sirviendo a la gente y llevando a cabo su labor médica de manera intachable. De pronto pareció como si ese maravilloso historial de entrega desinteresada se viera completamente obviado por una acción que, aunque inexcusable, sucedió de una manera completamente indeliberada.

Cuando eso sucede, aquí se muestra poca comprensión para el sujeto en cuestión; no pocas veces tiene que abandonar el país para evitar males mayores y comprensivamente este tipo de situaciones suponen un trauma que lleva bastante tiempo asimilar. Me cuestiona mucho este tipo de actitudes, sobre todo dirigidos contra personas o instituciones en principio filantrópicas. Aunque se tomen acciones legales contra las personas que puedan haber cometido faltas de este tipo (todos estamos bajo la ley), a veces me parece que hay grupos que claramente se ensañan con la persona o la institución caídos en desgracia; éstos apenas encuentran a nadie que les defienda y en el caso de difamaciones, creo que es sencillamente lamentable que nadie pueda enfrentarse a los grupos más convencidos de la culpa de “los extranjeros”, porque muchas veces, es a ese punto al que se llega. Esto pasó recientemente en Nigeria, cuando una simple campaña de vacunación contra la polio se convirtió en todo un contencioso ya que alguien dijo que en la vacuna (traída del extranjero, obviamente) iba una sustancia venenosa o que dejaba los usuarios sin posibilidad de engendrar descendencia y que formaba parte de un complot contra la población local. Se armó la de San Quintín y tuvieron que pasar bastantes meses hasta que se calmaron los ánimos y se pudo repetir el ejercicio. Toda una pena. Es una historia que por desgracia se repite. Como dijo aquel sabio, “No hay peor pobreza que la de la cabeza.”